EL PAMPANO ROTO
Bájate de esa jiguera,
zanca de oveja lanuda,
bájate de esa jiguera
antes que el carnero suba.
zanca de oveja lanuda,
bájate de esa jiguera
antes que el carnero suba.
DANZA DEL PAMPANO
El Pámpano Roto era una danza-juego en la que las mujeres colgaban de su cintura pámpanos de ñamera de modo que vinieran a taparle la zona púbica, hojas que el hombre tenía que romper con su pene erecto. Así de simple, «No sólo en el vientre; también se las ponían por detrás». «Lo que busca viene de sabe Dios, no vaya a creer». Pero «Si vamos a lo que vamos, el papel del hombre era demostrar su fuerza rompedora».
Con un pie en el estribo
y otro en la arena,
se despide un amante
de su morena.
HOJA DE ÑAMERA
Hombres, usáis bandas duwaku
como hojas púbicas.
Esas bandas son cortas,
demasiado cortas.
Nada tan corto nos inducirá
a fornicar con vosotros.
Mujeres, usáis hojas siginanabu
para vuestras faldas.
Son hojas estrechas.
Nada tan estrecho
nos inducirá a penetraros.
como hojas púbicas.
Esas bandas son cortas,
demasiado cortas.
Nada tan corto nos inducirá
a fornicar con vosotros.
Mujeres, usáis hojas siginanabu
para vuestras faldas.
Son hojas estrechas.
Nada tan estrecho
nos inducirá a penetraros.
«Ellas se ponían en el vientre hojas de ñamera, hasta siete , como si fuera un qué se yo, un libro apretado. Y es natural, el hombre que rompía las siete hojas era el famoso del pueblo, el mejor, el más capaz. Romper dos se veía normal; tres o cuatro, ya era fuerte, pero para siete había que estar muy puesto, oiga. Siete hojas hacen un grueso así (señala con los dedos). Dicen quienes la conocieron que era una diversión bonita. Hoy no queda nadie de entonces; ya le habrán dicho que es cosa antigua, de abuelos o de más allá. El hombre rompía las hojas con lo que se debe romper lo que sea. Se dejó de hacer porque ahora la gente estudia más, sabe otras cosas, aunque cada uno en su casa puede seguir haciendo lo que quiera».
Aquí estoy en mi jiguera,
aquí estoy cogiendo jigos,
a la hora de cogerlos,
se me ajuntan los amigos.
«los hombres y las mujeres se agarraban por las caderas hasta completar un círculo; ellas llevaban el pámpano puesto en el culo y después iban a ver cuál era el que más hojas rompía; ese era el más valiente. Unos cinco, otros seis, otros siete. La mujer no iba desnuda; se dejaba algo debajo y en postura emburricá. El hombre arremetía vestido, sólo descubría sus partes y hacía el deber. Era voluntario. A nadie se obligaba. Cosas de los abuelos. El último Pámpano Roto que recordaba mi padre fue en el Peñón, cuando hubo una paría .
BARRANCO DE GUAYADEQUE (GRAN CANARIA)
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